Recuerdo así sus manos
con las mías fuertes entrelazadas.
Juntos,los dos, luchando
paso tras paso para
no despertar hasta el albor del alba.
Hasta el albor del alba...
allí, el lugar en donde siempre mueren
sueños de madrugada;
pensamientos que vencen
el paso de todo tiempo sin suerte.
Ya me impone el silencio
la soledad de voces apagadas.
Quedo mudo, de ti ebrio
condenado a la nada:
lamentos de una vida fracasada.
miércoles, 3 de marzo de 2010
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